martes, 24 de enero de 2012

La conjura de los medios. Los Estudios Culturales a través de la obra de John Kennedy Toole

1. Introducción

1.1. Presupuestos metodológicos


El periodo tras la Segunda Guerra Mundial supone una época convulsa y de reflexión. La consecuencias de dos grandes guerras, el levantamiento del muro de Berlín, la hegemonía económica y el surgimiento de la clase media, dirigen las corrientes del pensamiento hacia direcciones muy diversas. De este modo comienzan a forjarse los Estudios Culturales en Inglaterra.

Bajo el dominio, en su origen, de la crítica marxista se centran en el estudio de temas relacionados con la cultura popular. Su línea argumental se enfoca en demostrar la forma en que la ideología dominante manipula a la sociedad. Más adelante, en los años sesenta y setenta, Stuart Hall da una vuelta de tuerca a este planteamiento pasando a ser el director del Centre for Contemporary Cultural Studies (CCCS) en 1969 y la figura más representativa durante todo el devenir de los estudios culturales.

Cuando el concepto de clase, bajo el que se constituye el marxismo, se vuelve difuso a mediados de siglo, Hall lo suplanta por el de cultura. Por primera vez, a través del producto cultural (literatura, música, costumbres) demostrará de qué forma la ideología puede llegar a ser dominante en una sociedad. Los estudios culturales se convierten en el lugar donde se une la ideología y el grupo social.

La teoría del estudio de la cultura de Hall supone la base metodológica de este trabajo. Según sus presupuestos, como no existe ideología sin discursividad, el análisis se pondrá en práctica en la novela La conjura de los necios de John Kennedy Toole, escrita alrededor de 1962. Su intención es relacionar elementos del discurso con la situación social de esos años en Estados Unidos para confirmar cómo la ideología determina la conducta social y extraer los elementos que dieron origen a la corriente de los estudios culturales.

Ignatius Reilly es el inmenso protagonista de La conjura de los necios. Se trata de un fiel defensor del sistema de valores medieval, jerárquico y regido por la razón, que dirige su forma de vida, desde su vestimenta, hasta su quehacer cotidiano, siempre tumbado en la cama como un señor feudal. Cuando su madre recibe una demanda por estrellar su coche mientras conduce ebria, Ignatius debe conseguir un trabajo, en contra de su voluntad, para saldarla. Su inclusión en la clase media del Nueva Orleans de los años 60 es desastrosa de principio a fin. Trabajará como gestor en una fábrica de pantalones vaqueros y como vendedor callejero de perritos calientes. Sin embargo, su finalidad no será la esperada, sino la de provocar actos sociales subversivos para restregárselos a su antigua amiga de la universidad, la comprometida activista Myrna Minkoff, con la que se cartea. A lo largo de sus correrías, su destino le llevará a los ambientes más pervertidos de la ciudad, desde el Noche de Alegría, un pub de capa caída que trafica con pornografía, a fiestas de homosexuales, donde será atacado por lesbianas agresivas. Su concepción del mundo no será bien recibida en ninguno de estos lugares y se verá atacado por las críticas de su madre y controlado por el policía Mancuso. Su única opción será escapar hacia un sitio menos represivo.

J. K. Toole hace un retrato de la clase media americana en el periodo de desarrollo de la sociedad de consumo. A través de los personajes y situaciones muestra el control social de sistema liberal en el que, bajo una apariencia de estabilidad económica y tranquilidad cotidiana, moldea a sus ciudadanos a través de los medios de comunicación. La saludable clase trabajadora americana se mueve de casa al trabajo, disponiendo también de un tiempo y lugar de ocio definido. La felicidad del individuo depende del grado de obediencia a esa falsa moral creada. Esta oposición entre la opción de atenerse al sistema o quedarse fuera es el móvil para estructurar este ejercicio sobre estudios culturales.

La primera parte tratará sobre los orígenes de esta corriente intelectual, basados en la cultura popular, y su confrontación con el paradigma clásico, representado por Ignatius Reilly. En segundo lugar, se describirá el ámbito de la vida doméstica y el trabajo, núcleos de la sociedad de consumo y de la falsa moral americana. Este apartado desarrollará el tema de la cultura de masas y su manipulación por los medios de comunicación. La construcción de un modelo de vida correcto tan sólido, conlleva que lo que no se adhiere al mismo sea subversivo y vicioso. Este será el tema de la tercera parte. Los estudios culturales tratan, ya hacia los años 80, asuntos como la identidad y las minorías, surgidas como los apéndices marginales de la sociedad perfecta, que reivindican un lugar dentro de ella. Con este recorrido se constatará la amplitud de visión de este movimiento caracterizado por su multidisciplinariedad.

1.2. Breve acercamiento a los estudios culturales


Los estudios culturales surgen en Gran Bretaña tras la Segunda Guerra Mundial. El artículo de Genara Pulido «Cuando la cultura popular tomó la calle y la academia. Sobre el lugar cambiante de los estudios culturales» (2003:109-135), del que procede buena parte de la inspiración de este trabajo, hace un recorrido a través de su historia, cambio de concepción y crítica.

Pulido establece seis características principales de esta corriente (ibid: 110-111):
1. Los estudios culturales se alejan en su mayoría de la visión esencialista del texto, centrándose en factores sociológicos o antropológicos.
2. Se produce una ampliación del concepto de cultura hacia la cultura general, es decir, ahora se consideran cultura otros campos como la música popular, las costumbres, etc.
3. Se elimina la distinción entre cultura alta y baja y comienza a tratarse el concepto 'cultura de masas'.
4. Al incluirse nuevos estudios en el ámbito de la cultura se cuestiona el canon tradicional que ahora debe abarcar la cultura de las minorías o las contraculturas, por ejemplo.
5. Contra la universalidad del paradigma clásico se impone una nueva concepción social e histórica que da cabida a la diversidad de opiniones.
6. La ampliación del concepto de cultura supone no sólo gran variedad de campos culturales sino también su interdisciplinariedad.
7. El compromiso político es uno de los rasgos más importantes. Los estudios culturales vienen marcados, sobretodo durante las primeras etapas, por una posición marxista y pluralista.

Los precedentes proceden de tres fuentes principales: en primer lugar el estructuralismo europeo de Saussure, Lacan, Barthes o Foucault, lo que se refleja sobretodo en la vertiente hallesiana y su tendencia hacia el análisis sociológico de los textos; en segundo lugar, de la sociología francesa de Bourdieu y finalmente de la antropología americana de Geertz. Al igual que le ocurrirán a los estudios culturales, los movimientos intelectuales experimentarán un proceso de alejamiento del texto.

Las influencias a nivel temático se sitúan principalmente en la importancia del estudio de la cultura popular desde comienzos del s. XX. Walter Benjamin desde la Escuela de Frankfurt ya introduce el carácter politizado del arte en la época de la reproductibilidad técnica. Debido a la nueva lógica del mercado, se opera una pérdida de aura o esencia única que definía a la obra de arte como original. La estética artística deja de tener sentido y lo cobra el análisis sociológico. La variabilidad de concepciones frente a la visión universal tradicional es denominada pseudocultura por Adorno, y es definida como 'impresiones de la conciencia subjetiva'. Habermas comenzará los estudios sobre medios de comunicación en su Teoría de la Acción Comunicativa. Por último, la influencia de la semiótica sociológica está representada por Eco y Lotman.

Los estudios culturales pasan por varias etapas diferenciadas por la influencia de distintos pensamientos en materia literaria, filosófica y sociológica. La mayoría de los críticos distinguen entre una etapa británica, centrada en la cultura inglesa y las corrientes intelectuales europeas, y la postmoderna, coincidente con este movimiento y la difusión de los estudios culturales a Estados Unidos. A pesar de eso, Pulido incluye otra clasificación elaborada por Grossberg (ib.:126):
1º. De 1957 a 1969. Etapa del humanismo literario ligada a las obras de Hoggart y Williams.
2º. De finales de los sesenta a principios de los setenta. Etapa de la sociología dialéctica influenciada por la semiótica y el estructuralismo francés y representada por S. Hall.
3º. Años setenta. Etapa del culturalismo y del CCCS asociada al marxismo althusseriano a manos de S. Hall.
4º. De finales de los años setenta a principios de los ochenta. Etapa estructural-coyuntural que incorpora la idea de hegemonía de Gramsci y sigue representada por S. Hall.
5º. De mediados de los años ochenta a finales de los noventa. Etapa postmoderna-coyuntural representada por Grossberg.

El trabajo realizará un recorrido por las diferentes etapas de los Estudios Culturales asociadas a la novela, aunque, como ya se ha comentado en los presupuestos, se centrará en las lideradas por Stuart Hall. Sus fundamentos teóricos se explicarán a lo largo del mismo.

2. La universalidad contra la concepción social e histórica

2.1. El destino y la construcción personal


'Al desmoronarse el sistema medieval, se impusieron los dioses del Caos, la Demencia y el Mal Gusto' (Toole, 1992:37)

En el primer capítulo de su libro Teoría cultural y cultura popular (2001), Storey recorre las circunstancias que dan origen a la cultura popular en la Inglaterra del s. XIX. Este entorno sociológico emerge tras la industrialización y la urbanización, cuando se establece una economía de mercado capitalista.

Con el antiguo paradigma social existían dos culturas mayoritarias, la común y la de élite, representada sólo por las clases dominantes. Con el desarrollo de la industria, la mecánica de trabajo se transforma masificándose. Se aumentan los puestos de trabajo para dar cobertura a las redes de mercado, que se van ampliando entre países. La especialización de los obreros modifica las relaciones entre empleado y empresario, y su organización en fábricas reestructura la vida en las ciudades. Se construyen urbanizaciones sólo para trabajadores que, unidos bajo una misma condición social, comienzan a asentar las bases comunes de su ideología. Se puede suponer que los patrones, sintiéndose amenazados por este sentimiento de comunidad llevasen a cabo una estrategia de frustración para mantener su autoridad.

La clase popular inicia una reafirmación de su identidad. La clandestinidad frente a los patrones y la unidad procedente de su convivencia, en lo que podríamos llamar ghettos de trabajadores, no hace más que incrementar su importancia. Es de esta forma como surge la cultura popular, como un conjunto de costumbres o formas de vida de la clase trabajadora.

Hay que decir que el proceso de formación de la cultura popular en Inglaterra es extrapolable a Estados Unidos, donde incluso prolifera con más fuerza. La industrialización también se lleva a cabo a finales del s. XIX. Se le suma una gran ola de inmigración durante las dos primeras décadas del s. XX, que se emplea como mano de obra en las fábricas y para el desarrollo de las redes de comunicación, como carreteras y ferrocarril. Por otra parte, los esclavos afroamericanos ya habían sido aceptados como ciudadanos. La gran variedad de procedencias impulsa el interés y la importancia de la cultura popular. La estabilidad de la clase media en los años cincuenta y la hegemonía política liberal, basada en el consumo por parte de esa comunidad, hace que se convierta en el estandarte de Estados Unidos: es el sueño americano, donde todo se puede conseguir mediante el trabajo.

Por tanto, la cultura paternalista de la clase dominante, es decir la alta cultura, da paso a la cultura popular, con la que convive a desgana hasta que se normaliza y cobra otras connotaciones con la cultura de masas. Ignatius Reilly, el protagonista de La conjura de los necios es el ejemplo perfecto para ilustrar esta contraposición. A través de los continuos choques de su mente medieval con su entorno, construye el dibujo de la cultura popular americana de mediados de siglo. Las manifestaciones en la novela son muy numerosas.

En primer lugar, el protagonista se muestra como un genio entre la amalgama de la clase popular. Su modelo a seguir es Boecio, último filósofo romano y autor de La consolación de la filosofía. El tema principal de la obra es el destino y por qué este trae fortuna para los malvados y desgracia a los virtuosos. La resignación ante la providencia divina y el desapego a los bienes materiales se refleja en su forma altiva y pusilánime de actuar ante la vida: 'El optimismo me da náuseas. Es perverso. La posición propia del hombre en el universo, desde la Caída, ha sido la de la miseria y el dolor' (ibid:65). Las frases demoledoras son su aptitud más desarrollada. A través de esta sentencia se extraen varios temas opuestos radicalmente a la cultura popular.

El optimismo es una característica impuesta en la filosofía desde el s. XVIII y tratada satíricamente desde Voltaire en cuentos como Cándido o el optimismo. Es un término que elimina el poder de la providencia de dios y que sitúa al hombre como constructor de su propio camino. El destino es un elemento indispensable en el devenir de Ignatius. Coloca al humano en el lugar que le corresponde. La clase media americana no se cimienta precisamente sobre este elemento. El trabajo es la base a través de la que el individuo moldea su futuro. La sociedad proporciona la opción de ascender posiciones sociales con un oficio que favorezca el funcionamiento de la comunidad. No olvidemos que Ignatius tiene un cartel en su casa en el que dicta 'PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD'. El único futuro de un sabio y virtuoso como él es el de ser un vagabundo, el de sufrir, y así lo acepta estoicamente.

El trabajo es algo contraindicado al destino de dios. El esfuerzo es absurdo. 'Los patronos perciben que yo rechazo sus valores (…): Me tienen miedo. Sospecho que se dan cuenta de que me veo obligado a actuar en un siglo por el que siento aborrecimiento' (ibid:57). Que un joven universitario, blanco y culto, acabe vendiendo salchichas en la calle no es más que la demostración de la paradoja de la rueda de la fortuna.


2.2. La alta cultura y la cultura general

'¿Acaso crees que quiero vivir en una sociedad comunal con gente como esa Battaglia amiga tuya, barriendo calles y picando piedra o lo que ande haciendo siempre la gente en esos desdichados países? Lo que yo quiero es una buena monarquía, firme, con un rey decente, de buen gusto, un rey con ciertos conocimientos de teología y de geometría, y que cultive una Rica Vida Interior' (ibid:201)

La importancia creciente de la cultura popular a principios del s. XX y el acceso mayoritario a la educación da lugar a una generalización de la cultura. No sólo se produce una amplitud en el concepto y los campos, sino que se reacciona contra las restricciones impuestas por la alta cultura tradicional.

Storey comenta que las dos acepciones que se comparten en este siglo bajo la denominación de cultura son la referente a la forma de vida o costumbres y la de arte u obras intelectuales, procedente de la visión antigua. La primera es la que transforma este término. Ahora elementos como la música, la poesía o los rituales, ya sean tradiciones de una etnia o de un subgrupo urbano, se consideran como cultura.

La relación de la cultura con la ideología da lugar a la cultura popular. Storey se detiene en las distintas percepciones de la ideología. Diremos para resumir que la ideología es el conjunto de ideas o formas de pensar de un grupo que producen una imagen específica de la realidad. En el caso de los estudios culturales y concretamente de S. Hall, el término se ve afectado por dos influencias principales en su desarrollo histórico: en primer lugar por el el estructuralismo francés, que lo suaviza definiéndolo como una forma de restringir connotaciones para adecuarse a un fin (época de la sociología dialéctica); la segunda influencia sería la del marxismo althusseriano que la define como prácticas que establecen el orden social mediante una falsa conciencia de clase (culturalismo), la más característica de los estudios culturales.

A partir de las distintas connotaciones de la palabra ideología, Storey (2002:19) comenta los cuatro significados de cultura popular elaborados por Williams: 'que gusta a muchas personas', 'obra de tipo inferior', 'obra que intenta ganarse deliberadamente el favor de la gente' y 'cultura hecha para la gente por ellos mismos'. Aunque todas esta definiciones son válidas, no es difícil adivinar que la única aceptada por Ignatius Reilly es la segunda.

Él es un caballero de letras que escribe sus profundas impresiones del mundo en centenares de cuadernos Gran Jefe que alfombran el suelo de su habitación. Su virtuosismo, que se materializa a través de su vocabulario impecable, se compone no sólo de su exquisita educación literaria, sino también del enriquecimiento de su alma consagrada a dios. Su cultura no puede ser comparada bajo ningún concepto con la de su madre, a la que considera poco menos que analfabeta y no deja apenas hablar; o con la de otros personajes, como la señorita Trixie, trabajadora de Levy Pants, que recibe un curso de psicología en fascículos por correspondencia; o Darlene, cuya cultura se compone de los ejemplares de la revista Life a la que está suscrita.

El gusto es la cualidad que regula la acepción de este término que se divulga en el ámbito de la alta cultura. Se compone de una serie de normas del lenguaje artístico bajo las que se debe crear la obra de arte y que se transmiten desde la Antigüedad por autoridades cultas. Veamos cómo lo explica R. Barthes (1971:15) bajo el nombre de lo verosímil crítico:

'La antigua crítica no carece de relación con lo que se podría imaginar de una crítica de masa, por poco que nuestra sociedad se lance al consumo del comentario crítico de igual modo que se entrega al consumo del film, de la novela o de la canción; al nivel de la comunidad cultural, dispone de un público, reina en las páginas literarias de algunos grandes diarios y se mueve en el interior de una lógica intelectual que no permite contradecir lo que proviene de la tradición, de los Sabios, de la opinión corriente, etc. Hay en suma, un verosímil crítico.
Ese verosímil casi no se expresa en declaraciones de principio. Siendo lo que va de suyo, permanece más acá de todo método, puesto que el método es antes bien el acto de duda por el cual uno se interroga sobre el azar o la naturaleza. Se capta sobre todo lo verosímil en sus asombros y sus indignaciones ante las 'extravagancias' de la nueva crítica: todo en ella le parece 'absurdo', 'impertinente', 'aberrante''.

Obviando la analogía antigua crítica-crítica de masas, que sirve a Barthes para justificar su derecho al New Criticism, lo que nos interesa aquí es cómo se refleja la reacción de la conducta medieval de Ignatius a su encuentro con la cultura popular, definida sobretodo por los tres últimos calificativos de la cita. Cuando se enfrenta a algo que contraviene a las leyes del gusto, las que dan sentido a su mundo y deberían dárselo a todos, hay un signo que indica que algo va mal, que la rueda del destino va a girar: su válvula pilórica se cierra. Ocurrió cuando tuvo que salir a buscar trabajo y en otras ocasiones, como cuando presencia una exposición de pintoras jubiladas aficionadas, el súmmum de la cultura popular:

- (…) Ustedes, señoras, necesitan un curso de botánica, y puede que también de geometría.
- Usted no tiene por qué mirar nuestras obras(...).
- ¡Por supuesto que sí! -gritó Ignatius-. Ustedes señoras necesitan un crítico con cierto gusto y con cierta decencia. (…) Ustedes, señoras, harían mejor dejando de dar tés y meriendas y dedicándose a aprender a dibujar (…). Yo propondría que se reuniesen todas y que pintasen una casa para empezar' (Toole, 1980:230).

En el mundo de Ignatius no todos pueden ser artistas, no todos están en el derecho de poseer alta cultura. La América en la que vive es según la famosa frase 'la tierra de las oportunidades', donde todo el mundo alcanza lo que se proponga. Esto es interpretado como intrusismo por su intelectualidad. Ser un caballero instruido también conlleva la responsabilidad del control para que el buen gusto, la norma universal, sea respetado. No existe la posibilidad de no mirar los cuadros y tampoco existe el individuo como creador del arte, el genio romántico.

El ejemplo final ilustra, a través de la sátira, la confrontación entre la Edad Media que habita Ignatius y el apogeo de la cultura popular de Nueva Orleans. Se trata de la Cruzada por la dignidad mora. Ocurre cuando el protagonista organiza una revuelta de trabajadores en la fábrica de Levy Pants por una mejora de su salario. Podríamos preguntarnos qué lleva a Ignatius a una protesta colectiva, cuando él no cree en la comunidad sino en la autoridad. Además se motiva por un a causa de dinero, cuando lo único a lo que aspira es a vivir en paz como un Diógenes vagabundo y sabio. Su única intención es la de trasladar su mundo a la época en la que le ha tocado vivir. Si están en boga las luchas por los derechos civiles, su solución es la de montar su propia gesta épica, con él como líder, como si se tratase de Don Quijote. Toole añade a este desmadre un grupo de negros esclavizados por los prejuicios de la sociedad, que no entienden qué hacen bajo el mando de semejante personaje, que además les incita a cantar gospel a modo de marcha militar. Las sátiras, por sus contradicciones, siempre han resultado un buen ejemplo para ilustrar argumentos. A través de esta analogía popular de una gesta épica, el autor pone en relieve el cambio social operado por la aparición de la clase popular.

E. Maqueda en su artículo «Introducción al pensamiento de Stuart Hall» (Pulido, 2003) explica cómo este pensador, introduciendo por primera vez la cultura popular en sus investigaciones, plantea por qué el papel de la cultura es el de demostrar cómo la política, mediante la ideología, manipula la conducta social. La respuesta está en el concepto de hegemonía, es decir, el estado emplea medios sutiles de consenso social para que la comunidad se sienta libre de peligros. Una de las formas es la de la toma de conciencia de la importancia de la cultura popular, como hemos visto con la pintura de señoras o los trabajadores negros; otra es la de los medios de comunicación de masas que se desarrollará en el siguiente apartado.

La intención del poder es la de hacer creer al pueblo que las decisiones las toma él. Eliminando las 'estructuras sociales' y 'la cultura del pasado' (ibid:67) llegan a crear una situación social que se considere como normal. Toole mezcla todos los ingredientes para evidenciar las consecuencias del control ideológico. El mismo Ignatius lo ejerce en su cruzada y es seguido con fervor por los trabajadores negros. Su rechazo por su entorno familiar y social, por su aspecto y costumbres del pasado es el ejemplo de la victoria de la política liberal de Estados Unidos sobre la clase media.

3. De casa al trabajo

3.1. El control social: los medios de comunicación de masas


'Lo irónico de este programa -decía Ignatius (...)- es que teóricamente pretende ser un ejemplo para la juventud de nuestra nación. ¡Me gustaría muchísimo saber lo que dirían los Padres Fundadores si pudieran ver cómo corrompen a esos niños en pro de la causa de Clearasil! Sin embargo, siempre he sospechado que la democracia llevaría a esto' (Toole, 1992:49)

El fenómeno de la cultura de masas se asocia habitualmente al de la cultura popular. Ambas se acogen a las cuatro definiciones de Williams pero la cultura de masas no se detiene en la polémica por la separación de la alta y la baja cultura. Una vez asumido este cambio, la controversia de la cultura de masas surge con el desarrollo de los medios de comunicación y la sociedad de consumo, ambos instrumentos del estado.

En uno de los epígrafes del segundo capítulo de su libro, titulado «Cultura de masas en Estados Unidos: el debate de postguerra» (2002:54-62), Storey describe el contexto en el que consolida. Tras la Segunda Guerra Mundial se produce una crisis de identidad en el pueblo americano. Al mismo tiempo, este periodo de paz propicia un crecimiento de la economía que se aprovecha para la construcción del estado de bienestar. Las fuerzas políticas encuentran el terreno abonado para hacer llegar a la sociedad su mensaje liberal en el que el punto fundamental es el pluralismo, es decir, la eliminación de las clases sociales. Se establece la hegemonía en la que la clase media adquiere una conciencia ficticia de poder.

Storey explica las posiciones políticas del momento con respecto a la cultura de masas. Todas ellas denotan el peligro de la instrumentalización social y traen distintas consecuencias: en primer lugar, la posición estético-liberal lamenta la pérdida de la alta cultura, favoreciendo a las instituciones de la élite cultural y devaluando a la clase media; la corporativo-liberal considera que la cultura de masas favorece el consumo, luego emplea sus medios para canalizar a la sociedad para hacer funcionar el mercado, a través del trabajo y el consumo; la tercera posición es la radical socialista, opuesta a las otras dos, que denuncia la cultura de masas como un sistema de control social, sin embargo, su extremismo la conduce al relativismo, como veremos en el próximo capítulo.

Como se había comentado, la teoría de S. Hall incluye una concepción de la cultura en la que caben por primera vez las costumbres populares y los medios de comunicación. Los estudios culturales deben dilucidar cómo la ideología puede controlar la sociedad, pero esta no existe sin discursividad. Es aquí donde entran los medios de comunicación. La hegemonía política ya se había encargado de igualar las clases sociales. Siguiendo su cometido, mediante los medios de masas se consigue hacer consumir la misma cultura a la clase media. De este modo se crea una imagen ideal que se normaliza a lo largo del tiempo. Veamos cómo se trasmite este mensaje en la novela.

La señora Reilly, madre de Ignatius, es el prototipo de producto del control del estado. Es la encarnación de la falsa moralidad de la clase media americana: si no estás dentro del sistema no eres una persona de bien. El primer ejemplo es el de su idea de la seguridad ciudadana: 'Todas las noches me pongo de rodillas y doy gracias a Dios de que estemos protegidos -explicó la señora Reilly a la multitud-. Sin la policía, todos estaríamos muertos a estas horas. Estaríamos tumbados en la cama con el cuello cortado de oreja a oreja' (Toole, 1992: 18). Las grandes fuerzas institucionales, como la policía, son fundamentales para el control social. Establecen sobretodo el orden, dónde y cómo pueden estar las personas a lo largo del día según las pautas sociales. De la frase de la señora Reilly se extrae que por la noche uno ha de estar en casa, y hasta en el hogar se podría sufrir un percance si no es por la policía. Ignatius también está a punto en varias ocasiones de ir a la cárcel por estar en la calle en horas de trabajo. Por tanto, la policía controla que el individuo se dirija del lugar de trabajo a la vivienda. Del control de los momentos de ocio hablaremos en el siguiente epígrafe.

Otras formas de control público son los medios de comunicación como la televisión, la prensa o la publicidad. El estado de bienestar permite a cada hogar medio americano tener una televisión en los años 60. Además de fomentar la idea de innovación tecnológica, se considera un pasatiempo saludable y lícito para el ámbito doméstico y una alternativa al vicio de las calles. Se puede decir que en el mismo momento de la aparición de la televisión doméstica, esta se convierte en sinónimo de ocio. Esta alternativa al aire libre supone también en muchos casos una alternativa a la vida real. El televidente se construye una 'realidad ilusoria'(Emanuel, 1992:38). Lo que absorbe, puede ser en muchos casos inocente pero en otros es una manifestación del control a través de los medios, como por ejemplo una instigación al consumo: 'En cuanto anunciaban en la tele un aparato nuevo, la señora Mancuso lo compraba, por muy arcanos que fueran sus usos' (Toole, 1992:47).

El caso paradigmático es el de Jones, el negro al que la policía obliga a trabajar en un antro por diez dólares a la semana, bajo acusación de vagancia y cárcel. En él se une la victoria de la sociedad de consumo y el realismo emocional:

'Pasó a los anuncios, pues eran las cosas que le interesaban de la revista. La selección de aquella revista era excelente. Le gustó mucho el anuncio de Seguros de Vida Etna, con la fotografía de la maravillosa casa que acababa de comprarse una pareja. El hombre de Loción para el afeitado YARDLEY parecía un tipo rico y desenvuelto. En eso podía ayudarle la revista. Él quería tener el mismo aspecto que aquellos individuos' (ib.:60).

Pasando por los más diversos estratos sociales, los medios se constituyen como un método muy poderoso de control ideológico. Consiguen que la gente esté en el lugar indicado y en el momento indicado, que den cuerda al mecanismo del mercado y que vivan por encima de sus posibilidades. La transmisión de la imagen de felicidad del ideal de vida americano es fundamental para la constitución, ya no sólo de la clase media americana, sino de todo Occidente y aún en nuestros días. La insatisfacción de no conseguir este prototipo de la felicidad crea al individuo una insatisfacción que soluciona introduciéndose aún más en el consumo y el trabajo.

3.2. El control del ocio

'Te dije que la jubilación la mataría. Hay que procurar que se sienta necesaria y útil. Esa mujer es un claro ejemplo de rejuvenecimiento psíquico' (ib.:99).

J. Baxendle expone en su artículo «Peter Bailey, Ocio y Clases en la Inglaterra Victoriana» (Barker y Bezzer, 1994:45-60) los comienzos del ocio popular. Cuando la población rural se traslada al ámbito urbano para trabajar en la industria, se produce un vacío en sus periodos de tiempo libre, resultado de las revueltas obreras por una jornada laboral más corta. ¿Cómo rellenar ese hueco de ocio, a primera visita inservible, por el que se ha luchado?

Baxendle nos habla de unas primeras formas de ocio urbano como el fúbol o el music hall. Sin embargo, con la armonía social del sistema industrial se tiende a controlar el tiempo de ocio, se pretende que responda a unos intereses que ayuden a sustentar el engranaje del sistema. Los clubes de trabajadores emplazan el ocio en el propio lugar de trabajo. Su fin es evitar un mal empleo del tiempo libre: el alcoholismo callejero. Más tarde, con el desarrollo de los medios de comunicación de masas, surge una innovación en el campo industrial: las industrias del ocio, vinculadas por supuesto a la sociedad de consumo. La solidez de la comunidad trabajadora, unida por su ideología, se disuelve con el capitalismo. La nuevas formas de ocio se vuelven elitistas y se crean zonas propias de vacaciones, a las que acuden los que se lo pueden permitir, separándose así de las clases más empobrecidas, a las que siempre les quedará la taberna.

R. Sennett también nos habla de la cultura del trabajo en 'La corrosión del carácter'. Las consecuencias sociales del nuevo capitalismo, como subtitula su libro, se traducen en el concepto de 'jaula de hierro' de Max Weber. Se trata de 'una estructura burocrática que racionalizaba el uso del tiempo' (1998:14), instaurada a comienzos de la industrialización para obtener más producción y rendimiento de los trabajadores. La sociedad empieza a organizarse en torno al trabajo. La antigüedad se materializaba, nunca mejor dicho, en el ahorro familiar y las mejoras domésticas. El individuo elabora una estructura mental en la que trabajo se identifica con tranquilidad y el desempleo con inestabilidad y rechazo social.

El aparato ideológico empleado para este fin es el reconocimiento en el trabajo. Los incentivos y los ascensos son reconocidos a su vez en el entorno social con el consecuente sentimiento de autoconstrucción. En referencia a los dibujos sobre la industria y los oficios en la Enciclopedia de Diderot, Sennett comenta: 'El objetivo de la imagen y el texto era justificar la dignidad intrínseca del trabajo' (ib.:33). Al igual que S. Hall, también considera fundamental el papel de la discursividad para transmitir la ideología.

En nuestra novela, el trabajo corrobora al individuo como una persona de bien, que mantiene su tiempo ocupado como está normalizado. Incluirse en el engranaje del sistema supone ser aceptado por la mayoría y tener acceso a una mejora de la vida y a la posesión de cosas. El agente de policía Mancuso es una víctima del sistema. Toole no deja escapar la oportunidad para resaltar la importancia ciega del trabajo en Estados Unidos y le añade otras características: italoamericano, novato y fiel al sueño americano. El agente debe demostrar a toda costa que se gana su sueldo, que se propone hacer méritos para ascender: 'A veces, no detengo a nadie en todo el día. A veces me equivoco de persona' (Toole, 1992:51). Para ello lo disfraza de turista, con bermudas deportivas en pleno invierno, con pelucas y bigotes, etc. De lo único que depende su puesto de trabajo es de que detenga a algún sospechoso, si no será despedido.

El agente Mancuso pone de manifiesto la inutilidad de ciertos procesos de la burocracia de la que nos habla Sennett. La tensión por obtener frutos en el trabajo a favor del poder ideológico no sólo hace que sea inútil, sino que convierten a los ciudadanos que no se acogen al mismo en 'sospechosos'.

La fábrica de pantalones Levy Pants es el segundo ejemplo de la corrosión del carácter a manos del capitalismo. Su gerente dice de su empleada más antigua: 'La señorita Trixie lleva en la empresa unos cincuenta años. Eso le dará idea de la satisfacción que produce a nuestros empleados la relación con Levy Pants. La señorita Trixie trabajó para el difunto padre del señor Levy, que era todo un caballero' (ib.:73). La novela desvela en sus siguientes páginas que la señorita Trixie es en realidad una anciana con síndrome de Diógenes a la que no conceden la jubilación porque la esposa del jefe, autora de la cita del encabezamiento del epígrafe, considera que debe autorrealizarse aún. La antigüedad en el trabajo se traduce en respeto. Se ha conseguido ir a mejor en la vida, es decir, un proceso de construcción propia y de la empresa. Para ilustrar la 'jaula de hierro' nada mejor que una descripción de la fábrica de la mano del genial Ignatius: 'Es una escena que combina lo peor de La cabaña del tío Tom y de Metrópolis, de Fritz Lang. Es la esclavitud de los negros mecanizada; ejemplifica el progreso que ha hecho pasar al negro de recoger algodón a cortarlo y coserlo' (ib.:118).

Es cierto que la cultura de masas ha sido criticada en innumerables ocasiones desde una perspectiva reaccionaria, pero hay ciertos factores que resultan evidentes. Entre los que destaca Storey en el segundo capítulo de su libro he extraído tres: en primer lugar, D. McDonald plantea que se trata de una cultura impuesta desde el poder institucional a consumidores pasivos; Van de Haag comenta la desindividualización y el empobrecimiento cultural que lleva a la gente a construir una vida sustitutoria, a través del trabajo o de la televisión, y que desemboca en un ciclo de insatisfacción cuando se entra en una dinámica que no se identifica con la realidad del sujeto; por último el desarraigo cultural, con el consiguiente invento de mitologías para llenar la vida vacía de significado.

Umberto Eco nos habla de la percepción limitada de significados de un texto, lo que se relaciona con estas críticas a la cultura de masas. Un ejemplo lo tenemos en la pobre recepción del libro de Boecio que Ignatius le presta a Mancuso: 'Al patrullero Mancuso le daba pena el tipo aquel y se sentía obligado a leer lo que había escrito. Hasta el momento, sólo había logrado avanzar unas veinte páginas, y empezaba a preguntarse si aquel Boecio no sería jugador. Siempre hablaba del destino y de la suerte y de la rueda de la fortuna. En fin, no era precisamente de esos libros que te hacen ver el lado bueno de la vida' (ibid.:180). La gran masa sólo consume la cultura que se le sirve por la televisión. Si se trata de otro tipo de medio también está regulado desde la institución, que sólo ofrece el modelo que logra el ciudadano que lucha por su felicidad. Las formas de vida que salen de esta norma son desechadas del imaginario colectivo.

4. Vicio y antisistemas


4.1. La postmodernidad y los estudios culturales

'Sus razonamientos eran una mixtura de medias verdades y de tópicos, su visión del mundo un compuesto de concepciones erróneas que se derivaban de una historia de nuestra nación, escrita desde la perspectiva de un túnel de metro. (…). Estudiantes por la libertad, Juventud por el sexo, Los musulmanes negros, Amigos de Lituania, Los hijos del mestizaje, Consejos de ciudadanos blancos. Myrna estaba terriblemente comprometida con su sociedad' (ib.:123).

A partir de los años ochenta los Estudios Culturales se extienden a Estados Unidos, donde comienza su última etapa y cuyo máximo representante es L. Grossberg. Se considera que son varios los cambios que motivan el desvío de esta disciplina y que sea fuertemente criticada:

En primer lugar, desde finales de los años setenta empieza a desarrollarse la postmodernidad. Se caracteriza por su escepticismo y por su negativa a someterse a 'cualquier teoría o metodología de carácter histórico o marxista' (Pulido, 2003:124), es decir, se contrapone a las bases de estudio de S. Hall. La falta de seguridad ante la incertidumbre del futuro se traduce en relatividad. En los trabajos cobrará más importancia la imagen por lo que se tildarán de superficiales.

Entre los años setenta y ochenta emergen los estudios feministas y postcoloniales, considerados como una de las fracturas más importantes para los estudios culturales. A pesar de que Hall ya investigaba asuntos de etnicidad y género durante su época como director del CCCS, estos mismos temas se menospreciarán posteriormente por su fragmentación teórica. La subjetividad acaba imponiéndose a la cohesión primigenia de estos estudios, derivándolos a un reduccionismo de minorías:

'Al llegar a Estados Unidos, los estudios culturales ingleses -pensados como respuesta a la división tajante de las clases británicas y de su sistema educativo- se convirtieron en estrategias de vuelta del revés de la tradición filosófica o literaria de Occidente. A esta reflexión estadounidense -que, a partir de los años setenta, unió el neomarxismo con el psicoanálisis, la crítica feminista y la deconstrucción- Harold Bloom la ha llamado 'escuela del resentimiento' porque en ella se insiste en relecturas drásticas del papel, la representación o la voz de los actores callados o silenciados de la Historia: trabajadores, mujeres, homosexuales, esclavos' (Catelli, textos curso 09/10 de Principios y Métodos de la Literatura Comparada-UGR)

Los estudios culturales sufren a lo largo de estos años un proceso de despolitización, deshaciéndose de su base teórica marxista, y de institucionalización en la que sus ámbitos de investigación se rigen por intereses académicos. La disciplina se convierte en una amalgama que incluye todos los trabajos que no llegan a insertarse en otros campos.

Este capítulo se dedica a aquellos aspectos de la novela que se identifican con la oposición al canon clásico, la interdisciplinariedad y el compromiso político con las minorías, temas principales de los estudios culturales en su última fase.

4.2. Identidad y minorías: 'la escuela del resentimiento'

'Este es un momento muy importante. Tengo la sensación de estar «salvando» a alguien' (Toole, 1992:358)

Los movimientos del multiculturalismo, los estudios postcoloniales y la descolonización se asocian a los estudios culturales y tienen un papel decisivo en su última etapa. Su origen se relaciona con el debate del canon clásico. Hasta mediados del s. XX, el canon se consideraba un compendio cerrado y casi sagrado. Suponía un legado conformado a través de siglos de tradición que recogía los valores universales, propiedad intocable de la humanidad. Cuando las nuevas visiones sociológicas, históricas y culturales irrumpen en el mundo de la literatura, aparecen las primeras críticas al canon. Se le achaca su reducción al sistema cultural occidental que no contempla la nueva composición social, los últimos hechos históricos relevantes -como la esclavitud o las colonias- o la introducción de aspectos de otras culturas, como la oriental. A esto se le une la denuncia contra el control institucional, que también interfiere en las obras que componen el canon para salvaguardar sus propios intereses. La reacción se manifiesta con la formación de estas nuevas corrientes de estudio caracterizadas por la exaltación de la identidad y el levantamiento contra el yugo institucional.

El primer ejemplo que encontramos en La conjura de los necios es el de Jones, un muchacho negro detenido por robar presuntamente una bolsa de anacardos en un supermercado. Con la aparición de este personaje se hace patente la causa por la que la raza negra no se incluía en el canon clásico. A su nombre le acompañan las siguientes palabras en el texto: 'cárcel', 'violador', 'enfermo', 'ladrón', 'asesino'; a pesar de que no hay ningún hecho implícito que le relacione con las mismas, solamente la cárcel, en la que le obligan a encontrar un trabajo para que demuestre su condición de persona. Este fenómeno se define como 'pánico moral', término asociado a la concepción sociológica de estas minorías como desviadas o fuera de la sociedad (Barker y Beezer, 1994:96). Este prejuicio hace que todo lo referente a ellas se considere de antemano como una amenaza para el equilibrio de la comunidad.

En la novela, el entorno de Jones se suscribe al Noche de Alegría, un local de variedades en el Barrio Francés de Nueva Orleans que ha conocido mejores tiempos. El joven acude a ese distrito deprimido a buscar trabajo, ya que no conoce otro lugar donde empleen a alguien de su condición. Allí encuentra a Lana Lee la dueña adultera-bebidas que encuentra en Jones el filón para su negocio: 'Aquello era un chollo, sin duda, una especie de regalo caído del cielo. Un tipo de color al que detendrían por vagancia si no trabajaba. Tendría un mozo cautivo que trabajaría para ella por casi nada. Qué maravilla' (Toole, 1992:41). Jones está condenado a vivir en un barrio marginal por su pobreza. Su color le impide encontrar un trabajo, lo que le conduce a estar en la calle la mayor parte del día. La policía le detiene bajo cualquier excusa 'sospechosa'. Le liberan a condición de que se emplee. Sé aprovechan de su desesperación explotándole laboralmente.

En el recorrido ghetto-calle-cárcel se pueden observar claramente los indicios de cómo el contexto social favorece la espiral que condena a los subgrupos sociales. Provoca que los colectivos, en este caso los afroamericanos, se agrupen primero en ghettos aislados -bajo los que sufren prejuicios por su desprecio a la policía y su negativa a aceptar empleos basura- y luego en asociaciones exaltadas que exigen, a través de un ejercicio de reafirmación de su identidad, que se les considere institucionalmente.

El 'pánico moral' reaparece cuando Ignatius entra a trabajar como vendedor ambulante de perritos calientes para Vendedores Paraíso. La reacción en su interacción con la clase media es la de clasificarlo automáticamente como un vagabundo, maleante y borracho. Es el precio por trabajar en la calle, por no tener un lugar controlado donde ganar dinero.

Para colmo, el protagonista se disfraza de pirata para trabajar, lo que utiliza Toole para introducirlo satíricamente en el mundo de los homosexuales. ¿Quién sino ellos se sentiría atraído por un disfraz? Su intención de llevar a cabo el Movimiento por la Paz de los gays le introduce en un mundo de tópicos con el que el escritor expresa implícitamente el control de la forma de pensar de la clase media. Barthes expone la misma idea en El placer del texto:

'La clase burguesa no tiene gusto alguno por el lenguaje, que para ella no es siquiera lujo ni elemento de un arte de vivir (muerte de la <gran> literatura) sino solamente un instrumento o decoración (fraseología). ¿La clase popular? En ella encontramos la desaparición de toda actividad mágica o poética: ya no hay carnaval, ni juego con las palabras: es el fin de las metáforas y el reino de los estereotipos impuestos por la cultura pequeñoburguesa' (2007:27)

La fiesta donde va a comenzar a conformarse el movimiento político de Ignatius reúne todos los estereotipos hacia los homosexuales. Se encuentra en un edificio abandonado, reformado con las últimas tendencias de decoración y custodiado por lesbianas fornidas que zanjan cualquier intento de represión. Allí sólo viven gays a costa de los abultados cheques que les hacen llegar sus familias desde el campo, felices de librarse de sus hijos amanerados. El dinero es invertido en continuas orgías donde abunda el champán y donde se practican distintas técnicas de sadomasoquismo por los invitados. Los ademanes y el lenguaje también son los propios de este colectivo. Ignatius es atraído por un chico vestido de marinero que se acerca al pirata con apelativos como 'gitana', 'Bette Davis', 'echadora de cartas', 'doncella magiar' o 'Eleanor Roosevelt'.

Hasta este momento parece lógico que los Estudios Culturales se interesen por estos subgrupos a los que ciertos condicionantes sociales expulsan de la hegemonía de la clase media. Del estudio de estos factores excluyentes de los negros o los gays surgen movimientos como los Estudios Postcoloniales o los Gay and Lesbian Studies. La paradoja y la crítica se produce cuando hay un exceso de estas investigaciones minoritarias bajo la característica común del activismo, la reacción y el alejamiento de las bases del pensamiento marxista.

'En cualquier situación de angustia se repite la estrategia de desactivar lo que se considera amenazante mediante magnificación o minimización, atribuyéndole pretensiones de poder a cuya altura nunca va a llegar. Si a un gato se le llama tigre es fácil desestimarlo como tigre de papel: la cuestión sigue siendo, sin embargo, por qué uno estaba tan asustado del gato para empezar' (De Man, 1990:14).

Myrna Minkoff es el gran caso paradigmático de la vertiente postmoderna de los Estudios Culturales, de la 'escuela del resentimiento'. Su idea de subcultura ya no se corresponde a la de los estudios de Gramsci de aquellos jóvenes punkies ingleses de la clase trabajadora que se reafirmaban a través de su conducta y vestimenta contra los parámetros de la hegemonía social. Myrna es una joven universitaria mantenida por sus padres que encuentra en la causa una forma de llenar su tiempo y sus inquietudes intelectuales. Como dice Ignatius en la novela: 'Estará intentando, sin duda, provocar a la policía para que la detenga en alguna manifestación en este mismo instante' (Toole, 1992:59).

Myrna reúne todos los tópicos de esta etapa de los estudios culturales. No sólo reafirma su propia identidad como mujer, con el feminismo, o como víctima de la represión sexual, con el psicoanálisis. Se desvive por reafirmar las identidades de todo el que está a su alrededor, negros, gays, inmigrantes, etc. Lo intenta a través de manifestaciones, huelgas, canción protesta o conferencias como «El sexo en la política: la libertad erótica como arma contra los reaccionarios», donde no se logra identificar muy bien cuál será la auténtica motivación del discurso. Ignatius conoce sus actividades a través de las cartas que ella le manda y en las que se descubre cómo todos sus intentos fracasan finalmente a manos de los propios 'reaccionarios'. Su única victoria es sacar a su amigo de Nueva Orleans evitando que lo internen en un manicomio.

Los estudios de minoría entran en un círculo teórico absurdo de protestas, sin tener en cuenta que la solución de los problemas de estos grupos puede no estar en que alguien les salve, sino en cambiar el sistema de tópicos que creen que agreden a estos colectivos. De la misma manera que las instituciones poderosas utilizan a la sociedad de masas para sus fines, estos estudios tendenciosos parecen emplear la misma demagogia bajo el nombre de 'la causa'.

Observamos la misma instrumentalización de la teoría cuando los estudios se realizan por los mismos afectados, los que pertenecen a esas minorías. Veamos un ejemplo en el que Myrna Minkoff comenta a Ignatius el tema de su película:

'En el guión hay un villano ruin y repugnante,un reaccionario, un hacendado irlandés que se niega a alquilarle un piso a la pareja, que por entonces se han casado con una muy discreta ceremonia en el seno de un grupo de Cultura Ética. El casero vive en una pequeña habitación, que es como una especie de claustro, con las paredes llenas de fotos del Papa y cosas parecidas. En otras palabras, el público no tendrá ningún problema para darse cuenta de lo que es en cuanto vea la habitación' (ibid.:84).

La característica que destacan los críticos de la cultura de esta época es la de que la exaltación de los propios estereotipos con el fin de reafirmar los valores de un grupo como cultura, lleva a que su argumento sea similar al del poder hegemónico. Conceptualizar las características de la raza negra, por ejemplo, como radicalmente distinta a la blanca hace que se refuerce el prejuicio de la mayoría social, como muestra la célebre frase de Soyinka 'el tigre no proclama su tigritud'.

Esta forma de trastocarse el estudio de minorías en el propio discurso político, contra el que se lucha, también da pie al debate sobre el que escribe Umberto Eco en 'Apocalípticos e Integrados'. Los estereotipos se emplean, de la misma manera que se hacía consumir la misma cultura a la masa a través de los medios, con un efecto prefijado de antemano. Esto da lugar a controvertidas 'formas artísticas' como el kitsch o la Midcult.

5. Conclusión

El cambio del s. XIX al XX está marcado por tres grandes fracturas en las formas de pensar, que parecen afectar y ser comunes a toda la amalgama de teorías literarias del siglo pasado: el marxismo, el psicoanálisis y el nihilismo nieztschiano. La conciencia ideológica, el insconsciente y la voluntad de poder se conjuran para hacer entrar en crisis al pensamiento clásico. Suponen una especie de consuelo ante los enfrentamientos y críticas entre los movimientos intelectuales. Son una respuesta acertada a la falta de metodología y al relativismo que se les achaca a cada uno de ellos.

¿Cómo podemos conjugar la tradición clásica y las nuevas tendencias? ¿Desdeñamos el análisis historicista para centrarnos en el texto? ¿Se puede dejar de lado la dimensión simbólica que procede del inconsciente? A pesar de las muchas críticas que han recibido, la base teórica de los estudios culturales del periodo de Stuart Hall responde correctamente a estos problemas. Su triunfo, al menos en sus años de gloria, reside en varios factores.

En primer lugar, se provee de un límite teórico: el marxismo. Para los más innovadores o aperturistas, como los semióticos, limitarse puede sonar a quedarse en el pasado, a glosar lo que ya se ha dicho. Sin embargo, es fundamental para llegar a conclusiones fiables y rigurosas. En segundo lugar, su postura no es radical, puesto que sigue empleando e investigando sobre el análisis histórico, es decir, sobre los procesos de la historia. En tercer lugar, hermana teóricamente dos de los conceptos principales del debate de las últimas tendencias de la teoría literaria: forma y contenido, o cualquiera de las muchas denominaciones que se le han dado a estos dos términos según su autor. Por último, los estudios culturales de Stuart Hall aceptan sus limitaciones. Siendo consciente de que el término 'cultura' tiene una nueva amplitud apabullante y que esto va a provocar la intrusión de multitud de pequeñas disciplinas, se debe estar preparado para un devenir de la base teórica y las consecuentes críticas. Esto puede resultar excesivamente positivo enunciado de forma tan escueta pero trasladémoslo al trabajo de investigación.

La pretensión de Stuart Hall era demostrar a través del discurso -un texto, por ejemplo- cómo la ideología puede dominar la conducta social, lo que se conoce como proceso de codificación/descodificación. Ahí tenemos la conjunción forma-contenido. Toma como punto de partida el presupuesto marxista de la 'base' y la 'superestructura', su limitación teórica. Aplica la influencia de estos conceptos sobre la clase popular y los medios de comunicación, lo que constituye su parte innovadora. ¿Consigue demostrar realmente su teoría que exista relación causa-efecto entre esos elementos?

A lo largo del trabajo se han relacionado los principales conceptos de los estudios culturales con La conjura de los necios de John Kennedy Toole. La industrialización supone un cambio radical en la forma de vida y de pensamiento, que se rige ahora por la convivencia de los colectivos obreros y la organización del tiempo en el trabajo. De la reunión de unos mismos intereses procede la ideología: en el caso de la clase obrera, da lugar a la reafirmación de su identidad a través de la cultura popular; y en el de la clase dominante, el del control del grupo anterior con la institución de la hegemonía. Con la instrumentalización de la cultura popular por la ideología se produce la unión entre ambas, es decir, se demuestra la base sociológica de Hall.

La hegemonía es el sistema de consenso social con el que la clase dominante transmite a la clase obrera la sensación de que son sus ideas las que gobiernan. Se consigue así estabilidad y un optimismo social mediante la idea de progreso autoconstruido a través del trabajo. En este punto son de capital importancia los medios de comunicación de masas, pues son la forma de construir una identidad social. Lo llevan a cabo transmitiendo un estereotipo de felicidad ligado al consumo: cómo un mejor puesto en el trabajo te llevará a tener una vida mejor, más posesión material.

El paso de la cultura popular a la de masas ocurre cuando se hace consumir a la mayoría social el mismo tipo de cultura. Ese es el papel de los medios de masas. El triunfo del sistema se produce con el control del sujeto, encerrado en unas pautas de tiempo de trabajo/ocio. Las consecuencias son la desindividualización y la corrosión del carácter tal como explica Sennett: 'Para desarrollar el carácter es necesario romper la rutina' (2006:39). Hemos observado a través del texto estas primeras ideas de progreso, control social y control del trabajo y del ocio. La elección de una vida vagabunda de Ignatius como contraposición a ahorrar dinero, la sumisión a los estereotipos de felicidad americanos de la señora Reilly o la persecución de metas del agente Mancuso, son ejemplos de estos conceptos.

Las rutinas fijadas entre el ámbito doméstico y el trabajo han sido una de las formas de corroborar la teoría sociológica de Hall y de estructurar el trabajo. Una vez que se han definido ambos espacios, lo que queda en este sistema normativizado es aquello que se sale de las pautas. Ante la desesperación de la madre de Ignatius su amiga Santa Battaglia le aconseja: 'Ese chico primero quiere un rey, ahora quiere paz. Te lo digo, Irene, por tu propio bien. A ese chico hay que encerrarlo' (Toole, 1992:245). Lo que queda fuera de la moral americana, lo que no está 'bien', se rechaza. Es el mundo del vicio, u ocio no controlado, y de los antisistemas, o grupos que no se atienen a la hegemonía política de la clase media.

Llega un momento en el que los desarraigados del sistema tienen que tomar la iniciativa para hacerse un hueco dentro del hermetismo moral de la clase mayoritaria. Su método consiste en la reafirmación de la identidad. Como se ha explicado, las posiciones radicales llevan al efecto contrario, es decir, al relativismo. Hemos visto ambas caras con el explotado Jones y con Myrna Minkoff. Pero la investigación de las minorías no sólo supone el declive de los estudios culturales, también supone una victoria. La mayoría de los movimientos literarios del s. XX, desde el estructuralismo a la semiótica, pasando por la deconstrucción, claman por una ruptura con los principios encorsetados de la tradición clásica. Se exige un cambio que considere por fin lícito incluir aspectos como el inconsciente o la discursividad. Las minorías permiten algo tan importante como una modificación en la rigidez del canon clásico, algo fundamental para la apertura de las tendencias literarias.

Los estudios culturales acercan la investigación sociológica a la literatura. Conceptos como la cultura de masas o la sociedad de consumo son, por suerte o por desgracia, extrapolables a todo Occidente hoy en día. Esta es la razón por la que siguen resistiendo en la actualidad. Otra de las ventajas, aunque muchos lo vean como algo nefasto, ha sido la de traer la multidisciplinariedad a la literatura. Si se logra escapar de la exaltación, los trabajos de esta disciplina seguirán ayudando a tomar conciencia y a extraer consecuencias de los cambios sociales a través del análisis de los discursos.

Bibliografía

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